Empezamos juntos con esto y se ha transformado en un
vínculo que nos une hasta lo más insospechado. Nos
estamos entregando el uno al otro, estamos intercambiando algo nuestro, tan íntimo, algo
que teníamos guardado en lo más profundo
para que nadie lo malgastara... se nos hace raro tener con quién
compartirlo. Pensábamos que solo era sexo, que era depravación, fantasía... Ahora he descubierto que ser sumisa es algo más que eso. Lo he descubierto
al ser SU sumisa, al comprender que él es MI amo, que nos pertenecemos el uno
al otro. Empezó con un gesto brusco que nos excitó a los dos. Ahora esa
brusquedad ya es parte de nuestros momentos. No soy sumisa de cualquiera, soy su sumisa: me cuida a mí y solo a mí. Y por eso le amo a él y solo a él.
Me entrego a sus órdenes hasta que ya no queda nada de mí misma. Cada rincón de mi alma, de
mi cuerpo y de mi corazón le pertenecen. Soy suya y me gusta decirlo, me gusta pensarlo y saberlo. Y me doy a su
mirada, a sus caricias que provocan mis exhalaciones, a sentir su cuerpo frente a mí y
estremecerme de gusto. Me adormece los sentidos respirar su aliento, despierta en mi todas
las ansias de quitarme la ropa y de abrirme
a él. Me gusta estirarme desnuda frente
a su cuerpo, entregarme a sus manos pacientes y estrellarme en su mirada. Oír que soy solo de
su propiedad, que soy su puta, que mi coño es únicamente para él y que estoy
hecha para satisfacerle, para su único disfrute. Cuando me azota es una
sensación extraña, entre el dolor que provoca su mano cuando enrojece mis
nalgas y el placer de estar encima de él, desnuda en todos los aspectos
mientras juguetea con mi culo. Me satisface ponerme a cuatro patas
para que me penetre con fuerza mientras me recuerda lo mojada que estoy, lo
guarra que me vuelvo al primer roce con su polla. Aunque lo más placentero, lo
más orgásmico, es cuando después de horas de sometimiento, de no tener
miramientos por mí en ningún sentido y después de correrse dónde más le apetece, pues mi cuerpo es todo suyo sin excepciones, se estira a mi lado, me abre sus brazos y sonriendo me dice: “Ven aquí y túmbate a mi lado, preciosa mía”, rodeándome
con sus brazos y susurrándome cosas bonitas hasta que nos dormimos.
Es fascinante vivir esto con él, aunque ahora tengo miedo. Me
cuesta asumir que soy esclava de sus órdenes. Si algún día él me falta, no sé
que voy a hacer... y eso que solo es el principio.